Novena Noveno día

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Habla JESÚS:

«Hoy, tráeme a las almas tibias y sumérgelas en el abismo de mi Misericordia. Estas almas, son las que más dolorosamente hieren mi Corazón. Por su tibieza e indiferencia mi Alma sintió una inmensa repugnancia en el Huerto de los Olivos. Ellas fueron las que me hicieron gritar: «Padre, si es posible, aparte de Mí éste cáliz». Para ellas, la última esperanza de salvación será el recurrir a mi Misericordia».

Piadosísimo Jesús, a Ti que eres la Piedad misma, hoy te traigo al seno de tu compasivo Corazón a las almas enfermas de tibieza.

Que estas almas heladas, que se parecen a cadáveres y que te llenan de repugnancia, se calienten con el fuego de tu puro Amor. ¡Oh, Jesús!, todo compasión, ejerce la omnipotencia de tu Misericordia y atráelas a ti, que eres llama de Amor puro y comunícalas el fuego de tu divino Amor, porque Tú todo lo puedes.

El fuego y el hielo no pueden estar juntos,
ya que se apaga el fuego o se derrite el hielo.
Pero Tu Misericordia, oh Dios,
puede socorrer las miserias aún mayores.

Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a las almas tibias que, a pesar de todo, Jesús cobija en el seno de su Corazón todo Misericordia. Padre de Misericordia, te ruego, por los sufrimientos que padeció tu Hijo, y por sus tres largas horas de Agonía en la Cruz: que ellas también glorifiquen el mar sin fondo de tu Misericordia. AMÉN» (III,63-64).

SE RECITA LA CORONILLA DE LA MISERICORDIA